Prólogo: Búsqueda

Cerré el libro pensativo mientras reflexionaba sobre lo que acababa de leer. ¿Era posible que tal búsqueda fuese llevada a cabo?, y lo más importante, ¿es posible que en algún momento aquella búsqueda diese sus frutos?. Sacudí la cabeza sonriente. Ya era demasiado tarde para echarse atrás. Llevaba años planeandolo y no dejaría que nada se interpusiese entre mis planes. Me levante lentamente de mi cama y apagué la mesilla de noche. Camine hasta la puerta de mi cuarto y salí. Me dispuse hacia el despacho de mi padre como era habitual, para desearle buenas noches, y esta vez despedirme.

- Soy yo - mencioné como era habitual mientras golpeaba suavemente dos veces la puerta con el nudillo del dedo índice.

Como siempre no recibí respuesta, y empuje la puerta, abriéndola, e introduciéndome en el interior de la estancia. Dentro de esta se podía apreciar un gran despacho, que daba pie a un gran ventanal que por el día iluminaba el lugar. Las paredes de la sala estaban recubiertas de estanterías que acumulaban ciertos de informes. Una única luz procedente de una pequeña lámpara de aceite, iluminaba la gran mesa que se situaba en el centro del despacho. Tras esta, una figura rellenaba y firmaba documentos con asombrosa rapidez.

- Estoy ocupado - gruño sin ni siquiera mirarme.

Asentí levemente aun que supiese que no me veía. Camine hacia la mesa, sentandome en una de las sillas que se situaban frente a este, y eche un vistazo breve a aquellos documentos.

- He de anunciarle algo padre - susurré intentando llamar su atención acercandome más a la mesa.

- No tengo tiempo - gruño de nuevo este.

- Ya, claro, lo raro hubiese sido que tuvieses tiempo - replique levantandome de la silla. -. Me voy. Me voy de casa.

Aquella figura se detuvo de repente. Parecía sorprendido por lo que acababa de decir. Dejo su pluma en el tintero, y levanto la vista hacia mí. Frució el ceño, y se levanto del asiento, volviendose hacia el ventanal, admirando el cielo estrellado de aquella noche.

- Eres tan estúpido como lo era tu madre - escupió este -. Deja de decir tonterías y vuelve a tu cuarto.

- No - concluí yo -. Ahora me toca a mi elegir, - dije mientras me volvía.

- Niño insolente... - masculló este - , ¡No durarás ni un día fuera sin mi dinero!, ¡Eres mi hijo!, ¡me perteneces! - grito mientras empezaba a montar en cólera.

- En eso te equivocas... Yo no soy tu propiedad. Ni lo soy yo, ni lo fue madre. - concluí mientras me marchaba y cerraba las puertas a mis espaldas. - . Buenas noches.

Aún era de noche, y una gran tempestad amenazaba en el horizonte. Un trueno retumbó en el lugar, seguido de un relámpago que ilumino por unos segundos la estancia. Aún así no me detuve. Colgué la bolsas con mis cosas a un hombro, y salí del pasillo, bajando las escaleras corriendo. Llegue hasta una habitación con una puerta acorazada. A su izquierda, había un panel de control, en el que introducí la clave, y la puerta se abrió. Una pequeña nueve de aire gélido salió de esta, y entre corriendo. Llegue hasta un lugar donde habían varios estantes llenos de pokeballs, como si de una esposición se tratase. Las observe un par de segundos entristecido, y alargué la mano a coger una al azar.

- Lo siento - masculle llevando la pokeball a mis labios. - Lo siento por todos.

Salí corriendo de la cámara sin ni siquiera molestarme en cerrarla, y me dirigí a la salida de casa. Una vez abierta la puerta principal, un gran viento entro por esta, y casi me echa al suelo, seguido de un gran aluvión que me calo en un instante, pero sin rendirme luché contra el viento, y me levante, caminando lo más deprisa que podía hacia fuera, alejándome de aquel lugar.

Un rayo cayó a mis espaldas, partiendo un árbol por la mitad y empezando a arder. El fuego luchaba contra la lluvia que amenazaba con apagarle. ¿Una misión imposible tal vez?, al igual que la mia, todo lucharía por reprimirme, por hacer que abandonase mi proposito, y con apagar aquel fuego que creado por la tormenta, luchaba contra esta para poder sobrevivir. Sonreí de medio lado. Era un poco extraño, ciertamente lo era.

Caminé y caminé hasta que el lugar que había sido mi hogar durante 16 años, quedaba atrás, al igual que con mi antigua vida, y daba paso a una nueva. A una vida que no estuviese controlada por otras personas, una vida en la que poder ser libre, una vida... no... una vida no. Mi vida.

Llevaba varias horas andando. Jadeaba mientras sentía como la lluvia caía sobre mi piel, y resbalaba por ella, mojando mis ropas, calando mis huesos. Un leve escalofrío me hizo estremecerme. Empecé a tiritar ante el frío de la tormenta que quizás dicha sensación fuese incentivada por el fuerte viento que había, pero no me rendí, seguí caminando sin echar ni un vistazo atras.

Tenía ganas de volver, de darme un baño caliente, y esconderme entre las cálidas sabanas de mi cama, pero en mi cabeza sonaba la voz constante de mi padre... "No lo conseguirás. Nunca has conseguido nada. Eres como tu madre, ¡un inútil!". Apreté los dientes, y caminé con mayor ímpetu. Tenía que hacerlo, debía hacerlo, esto era por una causa mayor.

Caminé un par de horas más. Mi casa estaba bastante lejos del mundo civilizado, si, pero claro, nunca había salido andando de casa, bueno, apenas había salido de esta. Mi padre se podía permitir que todo lo que necesitásemos de fuera, viniese a nuestra casa, en vez de ir nosotros a donde estaban ellos. Pero nunca había deseado yo eso, aunque claro, lo que yo deseaba nunca había importado, solo era el, el y más el. En ese mismo instante tuve que disipar mis pensamientos por que alcancé a ver un camino, en el que había un cartel que ponía "Ruta 1". Era un cartel un poco desgastado, pero se entendía a la perfección. Corrí hacia el con toda mi energía y comencé a andar por aquel camino.

Tu Rol cumple con los requisitos exigidos en este sector, puedes continuar sin problemas en la Ruta 1. Mucha suerte!