Capítulo II: Bosque silencioso

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La pequeña arañita Spinarak se quedo mirando al entrenador un par de segundos, pero luego, sin previo aviso, siguió con su camino con mucha tranquilidad.

Con mucha dificultad logré sacar la pokedex y recabar los datos de aquel arácnido antes de que se introdujera en la maleza nuevamente. Pude ver de reojo que Zard intento salir tras de él, estaba ansioso por luchar, pero interpuse mi brazo izquierdo para bloquear su paso.
— No es buena idea, ese es su territorio y tu ataque de ascuas podrá provocar un incendio.—Persuadí a mi compañero para que se controlara, cosa que hizo, aunque gruñó algo molesto.— Es por tu bien, ¿Quieres pase lo que ocurrió con los caterpie?
El rostro de Zard se puso blanco ante aquellas palabras, aún tenía trauma por lo sucedido en las afueras del pueblo antes de visitar a mi abuelo. Ahogué la risa que intento escapar de mi boca al ver como se ponía, no quería irritarle.

Habíamos recorrido unos veinte metros, el lagarto anaranjado ya estaba recobrando sus colores y yo había logrado distraerme, de forma que olvidé lo gracioso de lo ocurrido.
— Este bosque parece eterno.— Refunfuñé entre dientes mirando en todas direcciones.

Zard se me adelantó un poco para ponerse ante mí y suspirar, al igual que su entrenador, estaba aburrido de que el paisaje no variaría en lo más mínimo. Al parecer, el lagarto anaranjado era muy parecido a mí, quizás, y por eso, mi abuelo me lo entrego sin consultar.

En poco tiempo estaba aprendiendo muchísimo de mi pokémon, no podía ignorar aquellos. Entablar un lazo con tu pokémon era vital para crecer como entrenador pokémon junto a su equipo. Por ello, vino a mi mente la idea de hacer un juego con Zard.
— ¿Por qué no corres un poco y yo te persigo?
— ¿Chaaar?
— Así nos distraimos un poco ¿Prefieres ir caminando aburrido?— Al oír la última palabra, el pequeño se puso a correr por delante de mí.— ¡Prepárate que ahí voy!

Me puse a correr con todas mis fuerzas detrás de mi pokémon, el viento que rozaba mi rostro hacía que mi desordenado cabello castaño se moviera a su compás. La alegría corría por mi cuerpo...

— ¡Carajos! ¡Patas cortas, pero veloz!— Exclamé mientras corría detrás del pokémon de fuego que meneaba su cola de lado a lado.

Zard soló se reía, pero poco a poco, iba perdiendo velocidad. Al parecer, tenía una energía muy limitada y aquello tendríamos que mejorarlo para las próximas batallas, pues no sería muy lindo que se agotara antes de tiempo en un combate.

Pensar mientras uno corre es malo, lo aprendí al tropezar con una roca que estaba oculta entre unas hojas. Caí de lleno sobre la tierra, me rasmille mi mejilla derecha y manos, pero no fue nada grave. De todas formas, el pokémon de fuego, se regresó para ver como estaba.

— ¡Perdiste!— Lo rodee con mis brazos como si lo atrapará.

En el instante en que dije aquello, recibe un ascuas en mi rostro que me dejó lleno de hollín. Solté de inmediato al pokémon que se burló al ver como había quedado, no pude evitar levantar mi ceja al sentir algo de rabia por su actitud, pero no fue por mucho, pues nuestra atención se proyecto a unos arbustos que se agitaban de forma muy violenta.

Lo que hubiera en ellos, parecía ir rápido o ser algo agresivo y bruto...

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Resultados : 11

Desde los arbustos salio un Bidoof Salvaje quien no te prestaba mucha atención, como si solo estuviera interesado en comer las frutas que habían alrededor.

En silencio, observamos al pokémon castor que teníamos delante de nosotros. Se le veía muy amigable y concentrado en las frutas y bayas que estaban a nivel del suelo, la gran mayoría, ya estaban maduras y habían caído de sus arbustos o árboles.

— Veamos quién es...— Miré de reojo a Zard que meneaba su cabeza de lado a lado.

En cuanto el salvaje se dio la vuelta para mordisquear una fruta roja que estaba tras de él, saqué la dex de mi bolsillo y registré sus datos en ella. Aquel pokémon era un bidoof y era del tipo normal.
No tenía mucha intención de enfrentarme a él, pero mi pokémon estaba algo impaciente por una batalla. Tampoco quería molestar al pokémon en su labor de recolección, por lo que silvee para captar su atención.
— ¿Gustaría de una batalla? Luego, te ayudaremos a recolectar frutas y bayas.— Le ofrecí al pokémon que se volteó a verme extrañado.

Zard abrió sus brazos y saltó de alegría al ver mi intención de enfrentarnos al bidoof. En sus ojos se podía ver el deseo de demostrar que tan bueno había resultado nuestro entrenamiento.

Bidoof por otro lado, no tenia muchas ganas de batallar. Estaba concentrado totalmente en la recolección de frutas, ya que tenia un hambre terrible, hacia días que no lograba encontrar comida y esta era una oportunidad increíble, por lo que no podía desaprovecharla.
Estaba algo débil, por lo que una batalla no era lo que buscaba. Miro luego al entrenador y movió su cabeza de lado a lado, indicando su decisión y siguió con lo que estaba haciendo.

La negativa del pokémon molesto al pokémon de fuego que se enfureció e intento atacarle, pero le di un fuerte coscorrón en su nuca en el instante en que paso junto a mi. Llevó sus garras a la zona en que le había golpeado mientras una lagrima corría por su mejilla.
— No podemos forzarlo a luchar.— Regañe al pokémon que intentaba hacerse la victima con sus lágrimas. Entonces, pude notar que los movimientos del bidoof eran lentos y torpes.— Zard, ese pokémon no ha comido y necesita aprovechar que las frutas están madurando para guardarlas, pues el invierno no tardará en llegar.— Me puse de rodillas junto a mi pokémon y acaricié su cabeza.— Perdóname por el golpe.
— Chaaar chaaar charmandeeer.— Dejando su lloriqueó, Zard notó que el bidoof no se encontraba bien y se entristeció al verlo.- ¿Chaaarmander?
— ¡¿Quieres que le ayudemos?!— Exclamé extrañado y sorprendido por lo que Zard me estaba pidiendo.— Claro ¡Ayudemos!

Sin demora, empecé a recoger frutas y bayas que estaban en las cercanías mientas Zard se acercaba al pokémon mapache para acompañarle en su labor.

Bidoof al ver que el entrenador y su pokémon lo ayudaban, sonrió con simpatía y se sentó en se cesped. Segundos después miro fijamente el montón de frutas que había recolectado y comenzó a comer desesperadamente. El pequeño tenia mucha hambre y ya no aguantaba mas, su estomago rugía casi tan fuerte como un dragón.

Pasé mi mano por mi frente para quitarme el sudor, estaba algo cansado y pude notar que Zard se encontraba igual. Aún así, ver lo feliz que estaba el bidoof, por lo que terminamos sentándonos junto a él para descansar un poco.
— Es grandioso ser un entrenador...—Miré a ambos pokémon que yacían junto a mí.— Espero que tengas una buena vida, pequeño Bidoof.—Llevé mi mano derecha sobre el lomo del mapache para acariciarlo mientras le sonreía.

Ambos pokémon se miraron y sonrieron para ellos, habían entablado una linda amistad, pero no era mi intención sacar de su hábitat al pequeño. Por ahora, solo quería disfrutar del día antes de empezar a caminar.

Bidoof luego de compartir con el Entrenador y su Pokémon, se levanto repentinamente, se despidió de ambos y cogió entre sus brazos la mayor cantidad de frutas que había recolectado para luego proceder a marcharse e internarse entre los arboles nuevamente.

Zard me quedó viendo algo triste, en un rato le había agarrado cariño al bidoof, pero este debía seguir libre recorriendo su bosque. Acaricié el hombro de la salamandra que yacía sentada junto a mi, sonreí y me puse pie.
— Ya es hora de caminar y abrirnos paso hacía la primera medalla.
Me adelanté en silencio, no miré atrás para demostrarle a Zard una lección. Tardo unos minutos, pero el charmander empezó a correr tras de mi para alcanzarme y continuar con nuestro camino.

Luego de nuestro encuentro con el bidoof, ya habían transcurrido unas dos horas de caminata y no veíamos señal que indicará la salida del bosque. Intentando despejar mi mente, empecé a contar los árboles, ya iba por número cien, a pesar de que había ignorado o no contado cientos más.

En cambio, Zard no dejaba de perseguir insectos y otras cosas que pasaban por delante.

Llevé mis manos tras de mi cabeza para ir un poco más cómodo, para distraerme un poco, comencé a silbar una melodía algo pegajosa, alegre y repetitiva con la que pretendía romper aquel silencio sepulcral que había en nuestro camino.

Continué silbando hasta que la sed terminó por secar mi garganta, por lo que me detuve para sacar una botella con agua que yacía en uno de los bolsillos de mi bolso. Le di un buen sorbo hasta saciarme, le ofrecí un poco al pokémon de fuego que me quitó la botella y bebió como loco hasta acabarla.
— Dios, creo no soy el único beber anónimo del bosque.—Me reí al decir aquello, al mismo tiempo que Zard guardaba la botella en el bolso.

Una sonrisa se formo en el rostro del pokémon que golpeó levemente mi pierna con su cola antes de iniciar la caminata. Era agradable el día, no parecía que fuera a ser muy pesado ni nada e, incluso, había olvidado aquella pesadilla molesta.

Poco a poco, la luz empezó a descender en el bosque. Saqué mi poketech del bolsillo de mi camisa y pude ver que ya eran, aproximadamente, las siete de la tarde. Prontamente, tendríamos que parar a descansar, sino, la noche nos haría sus presas.

Por alguna razón, Zard se detuvo y quedo viendo un tronco caído que estaba al lado derecho del camino. Movía su cabeza, parecía que había captado el aroma y rastro de alguna criatura. Guardé silencio, quizás, era algún pokémon que estaba pasando y podríamos admirar, lo mejor era no asustarle.

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Resultados : 8

Un Surskit se cruza frente al entrenador, este caminaba de lado a lado, algo despistado, al parecer algo buscaba un tanto desesperado, por lo que no le dio mucha importancia al muchacho y siguió con su camino.

— ¿Qué buscas pequeño?

Me acerqué corriendo hacía el pokémon insecto que paso con algo de dificultad por sobre el pasto. Instintivamente saque la pokedex y pude ver que se trataba de un surskit, una criatura del tipo agua/bicho, muy curioso, pues era capaz de deslizarse por sobre la superficie del agua.

Zard iba junto a mi, empezamos a seguir al pokémon azulado para averiguar que diablos buscaba. De todas formas, desviarnos un poco de nuestro camino no nos afectaría mucho.

Surskit no tomo en cuenta al chico, que amablemente se acerco a ofrecerle su ayuda, y siguió con su búsqueda.
Por el aspecto seco de Surskit, al parecer lo que buscaba era un pequeño lago ubicado en las afueras del bosque.

Me preocupé al percatarme de que la piel del pokémon acuático estaba algo seca, no podía permitir que siguiera así, por lo que cogí de mi bolso la última botella con agua que me quedaba y me acerqué hasta él en silencio.
— ¿Puedo darte algo de agua?—Pregunté mientras destapaba la botella con una sonrisa en mi rostro.
Zard se mantuvo a una distancia prudente para no asustar al pokémon insecto que parecía ignorarnos. Mojé un poco mi mano derecha con agua y empecé a lanzarsela de a poco a su cuerpo.

Los ojos de surskit comenzaron a brillar al ver la botella con agua que había sacado el chico de su mochila, y con rapidez se acerco hasta donde se encontraba el amable muchacho y le presto toda la atención del mundo.
- Suuuurskiiiiit -
Exclama luego el pokémon muy emocionado, dando pequeños saltitos.